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martes, abril 16, 2024

Sara García: la vida de clóset de la «Abuelita de México»

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¿Cuántas tazas de este dulce chocolate no ha llegado a las manos de millones de mexicanos? La imagen de la tierna abuela tiene un último secretito.

Tras la imagen de “La Abuelita del Cine Nacional” y el estereotipo de la madre abnegada se ocultaba una mujer de fuerte temperamento, disciplinada.

Una mujer que siempre dio su máximo esfuerzo en más de 200 películas, telenovelas y obras de teatro: Sara García.

Siendo la única y última descendiente de Don Isidoro García Ruiz y Doña Felipa Hidalgo Ruiz, al fallecer sus 10 hermanos. Al ser todavía una niña, quedó huérfana y totalmente sola.

Su valor, determinación y talento la llevaron a ganarse la vida en la actuación que era lo que mejor sabía hacer, interpretando y creando personajes con los que dejaría huella en la memoria de los mexicanos.

Su debut como actriz tuvo lugar en 1917, cuando el director, actor y funcionario de Azteca Films Joaquín Coss, la invitó a participar en su primera película, «En defensa propia». Su primer rol estelar en el cine fue en la cinta “Así es la mujer” (1936).

Alternando con Joaquín Pardave, Pedro Infante, Cantinflas, Jorge Negrete, Tintan, Marga López y muchos otros personajes de la época de oro del cine mexicano.

Sara fue ascendiendo y reafirmando su posición en la industria cinematográfica mediante el papel de madre, esposa y abuela, rol para el que que se extrajo todos los dientes a fin de poder interpretarlo a la edad de sólo 30 años.

Dicha caracterización la convirtió, mediante el pago de regalías con el emblema del Chocolate Abuelita de la Fábrica de Chocolates La Azteca en 1973, que más tarde adquirió la compañía Nestlé y que permanece sin cambios hasta la actualidad.

El actor Fernando Ibáñez, esposo de Sara, falleció en 1932 dejándola viuda junto a su hija María Fernanda.

Muchos detalles de su vida pasaron desapercibidos dado el hermetismo con que manejaba su tiempo personal.

Cuando salía de los foros, se dirigía a su casa de la colonia Del Valle, en donde la esperaba Rosario González, su compañera de muchos años.

Gracias al escritor Fernando Muñoz Castillo, quien escribió una espléndida biografía, Sara García (Clío, 1998), sabemos que la relación con Rosario inició prácticamente desde su nacimiento:

«Es 1895, el arquitecto y escultor cordobés Isidoro García se embarca rumbo a México con su esposa, Felipa Hidalgo, desde el puerto de La Habana, Cuba, para cumplir un contrato profesional». Doña Felipa venía embarazada.

Hay que decir que había tenido 11 hijos, pero cada uno había muerto poco después de nacer.

En el mismo barco, dice Muñoz Castillo, «viaja la familia gaditana formada por Manuel González Cordero, su esposa, Francisca Cuenca, y sus hijas Blanca y Rosario, esta última recién nacida».

Sara nació cuando sus padres iban pasando por Orizaba, pero doña Felipa se debilitó tanto con el nacimiento de su hija, que no pudo amamantarla, así que doña Francisca se ofreció a hacerlo.

Sara y Rosario estuvieron durante la infancia en el Colegio de las Vizcaínas y luego perdieron el contacto, hasta que un día en una tienda de ropa se reencontraron. Las dos tenían 29 años, pero Rosario estaba divorciada y sin hijos.

Ese día se abrazaron, se contaron sus vidas, lloraron, se rieron, pero sobre todo decidieron no separarse nunca más.

Sara enviudó en 1932, su esposo llevaba mucho tiempo internado en un sanatorio, pero ella tenía en su vida dos prioridades: Rosario y su carrera como actriz.

Para entonces, ya se había dado cuenta que con más de 30 años, ya no podría ser la «dama joven» de las películas, así que decidió competir con las actrices de más edad.

Durante 60 años Rosario estuvo a su lado, la atendía, le daba sus medicinas, servía de anfitriona cuando iban a comer sus amigas como Dolores del Río y Emma Roldán; le ayudaba a seleccionar sus papeles en el cine, en el teatro y en la televisión, le apuntaba sus citas, tomaba todos los recados, la arreglaba, le elegía su vestuario, pero lo más importante, la apoyaba sentimental y profesionalmente.

Rosario fue su heredera y la persona que estuvo a su lado en sus últimos  momentos.

Cuando Sara murió, Rosario dijo: «Fue más que una hermana, fue madre, amiga y una gran compañera».

Murió el 21 de noviembre de 1980, en la Ciudad de México a los 85 años de edad, debido a un paro respiratorio que surgió de una neumonía.

Días antes había sido hospitalizada luego de lesionarse la cadera al caer por las escaleras de su casa.

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