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viernes, noviembre 22, 2024

Cuando el miedo a Trump es menor al regreso

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En un sitio de Estados Unidos, atemorizada y al borde de la desesperanza, vive la familia de Luz* autoexiliada  y ajena a un país en el que inició una cacería feroz contra los indocumentados como ellos.

Hace pasados cinco años salieron de su casa a medianoche, casi a hurtadillas, sólo con lo que llevaban puesto y sus pasaportes.

Huían de una terriblerealidad que les golpeó no sólo el cuerpo, sino también la vida y el alma: la inseguridad que imperaba en este, su estado natal.

Con Luz se fueron su esposo, sus tres hijos de los cuales el mayor estaba ya casado; con él iban su esposa y sus tres niños, el menor de 2 años.

El día que sin pensarlo dejaron casa, tierras, parientes, amigos y trabajo el esposo de Luz había regresado a su hogar con los huesos rotos, las ilusiones y la confianza: lo habían secuestrado.

Luego de una gran pausa pasa saliva ante el perturbante recuerdo y con la voz cortada Luz narra el motivo por el que dejaron su tierra:

“…los malos, los mentados Zetas, secuestraron a mi esposo y entonces nosotros sabíamos que a todo el que secuestran allá aunque den el rescate ya no lo regresan vivo.

“Mi esposo fue como un milagro para nosotros,que el regresó, pero él regresó tan asustado, que él dijo ‘estamos muy amenazados, pero amenazados -dijo-, si podemos irnos, vámonos’.

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“A ver quién de nuestros hijos nos podíamos salvar (sic), pero nosotros nos podíamos venir porque mis hijos siempre tuvieron visa, nosotros no nos vinimos no por el cerro, nosotros nos vinimos bien”, narró la mujer vía telefónica.

Pasaron la frontera con visas de turista. Hallaron cobijo entre parientes y amigos de su tierra; sólo entre gente amiga podían confiar, pues tristemente sabían que no lo podían hacer en la autoridad de su pueblo y su miedo era tan grande que no les permitió quedarse para buscar ayuda en otras instancias.

Ni siquiera lo intentaron. Si se quedaban sus vidas corrían peligro, “por los malos o por los policías o autoridades que están (coludidos) con ellos. Era venirnos para vivir o quedarnos para una espantosa muerte”, lamenta doña Luz.

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El sobresalto que les aceleraba el corazón cada vez que recordaban el por qué habían dejado todo se hizo más fuerte a los seis meses, cuando el permiso para su estancia legal en un país ajeno expiró y se convirtieron en ilegales.

Cacería, temor y resignación

Tras la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos la peor pesadilla de Luz y su familia se hizo realidad igual que para miles de migrantes ilegales que viven en aquel país.

El 20 de enero la mediana tranquilidad que ya había alcanzado la familia campesina de Luz se derrumbó al saber que sería blanco de una cacería casi inhumana que inició el gobierno de EU.

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“A veces ni dormimos pensando qué haremos, por la preocupación”, dice Luz quien con un dejo de tristeza en la voz comenta que sabe que en cualquier momento, de la calle o aún de su casa “la migra” o cualquier policía puede  “agarrarnos y echarnos”.

Tan resignados están, que comenta que los que no tienen “papeles” como ellos están firmando cartas poder para que sus parientes o amigos que sí tienen se queden a cargo de sus hijos.

La media la han tomado porque temen que cualquier día, de la calle los puedan detener y deportar, “por eso ya encargamos a nuestros hijos con los que sí tienen papeles, para que no queden desamparados entre desconocidos del gobierno, que no sabemos si los tratarán bien”.

Sólo de Zacatecas, de acuerdo con información del Inegi, al 2010, de cada 100 migrantes internacionales, 98 se fueron a Estados Unidos. El dato a nivel nacional es de 89 de cada 100.

Los conteos de Inegi ubican a Zacatecas como el principal expulsor de migrantes al vecino país del norte, seguido de Michoacán, Guanajuato y Durango, sin embargo las cifras no especifican cuántos se fueron de manera legal y cuantos no.

Aunque no hay un día en que no anhele regresar a su tierra, donde ella dejó a su viejo padre y a 9 hermanos, no quiere volver por temor a la inseguridad, pero sabe que el rumbo de la vida de su familia  pende de un hilo muy delgado en ese país.

“¿Cómo regresamos o cómo arreglamos nuestra situación migratoria? ¿Quién nos ayudará, aquí o allá? ¿En quién podemos confiar?”, son algunas preguntas que lanza Luz al aire, pues teme que al pedir ayuda en EU sean deportados y el horror de regresar a vivir a su país entre “malos” no los deja venir con alegría.

Así, entre la incertidumbre, la desesperanza y el temor vive la familia de Luz; sólo la fe en Dios los sostiene al pie del cañón, sobreviviendo lejos de su tierra en un país en el que en otra época cualquiera encontraba respuestas y oportunidades para vivir con dignidad.

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Lucía D. Bañuelos
Lucía D. Bañuelos
Vivo un idilio constante con las historias que saltan a mi paso. Quise ser arquitecta pero en 1990 me enamoré de este oficio. Estudié la Licenciatura en Seguridad Pública por necesidad luego de crear, dirigir y escribir para el periódico popular con mayor circulación en la capital... Gané el Premio Estatal de Periodismo 2016, lo que me valió el despido de la empresa donde trabajaba.
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