Empezaron su vida “marital” en una habitación pequeñísima donde sólo cabía un colchón y una parrilla eléctrica.
Su noche “de bodas” la pasaron comiendo palomitas y viendo películas.
Pero para Ramiro y Mariana no hubo fiesta, pastel de novia o ceremonia matrimonial; sólo se dieron cuenta que querían estar juntos y decidieron así vivir.
Como ellos, 9 de cada 100 zacatecanos han decidido vivir en pareja sin enfrentar al juez de lo civil o al sacerdote.
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 8.9 por ciento de la población mayor de 12 años vive en unión libre (o amasiato para las abuelitas); en tanto, las personas casadas ascienden al 49.1 por ciento de la población zacatecana.
Pero para la Iglesia Católica, la causa de que los jóvenes ya no quieran contraer matrimonio es la falta de conciencia humana y religiosa, valores que se han perdido al igual que el de la fidelidad.
Originarios de Teúl de González Ortega, Ramiro y Mariana se conocieron en la preparatoria de aquel municipio e iniciaron una relación de noviazgo; al iniciar la educación profesional, se trasladaron a la capital del estado donde estudiaron carreras diferentes.
“Desde el principio sabíamos que estudiaríamos aquí, pero la idea era vivir separados”, cuenta Mariana.
“Yo no encontraba donde quedarme –narra Ramiro; Las rentas eran caras y lo que no, ya estaba ocupado. Le dije a Mariana que si había posibilidad de quedarme con ella unos días en lo que encontraba casa; me dijo que lo consultaría con sus roomies”.
Sin embargo, los problemas empezaron; Ramiro reduce a una frase la forma en que los padres de ambos se enteraron de que vivían en la misma casa:
“Pueblo chico, infierno grande. Aquí hay mucha gente de nuestro pueblo y era de esperarse que en algún momento alguien fuera con el chisme”; así que se armaron de valor y viajaron a Teúl para platicar con sus padres para anunciarles que vivirían juntos.
“Mi mamá me pregunto si ella estaba embarazada –narra Ramiro- y yo le respondí que no. Pero que esa no sería la única manera de vivir con ella”.
“Mis papás insistían en que no me dejarían vivir con él si no nos casábamos antes –recuerda Mariana. Yo les pedí que no me siguieran manteniendo porque esa era mi decisión les gustara o no”.
Para el Padre Luis Salazar Santoyo, “la unión libre es una experiencia que tiene muchos hilos sueltos que se pueden utilizar de manera inconsciente para desintegrar a la familia”.
Señaló que en Zacatecas aumentó lo que llaman en la iglesia “mentalidad divorcista”, que deja en desventaja a las personas pues es una situación peligrosa, ya que no se pueden amparar de manera legal.
Sobre el porcentaje de parejas que viven en unión libre en la entidad, reportado por el INEGI, afirmó que cada vez se acercan más padres de familia a buscar ayuda porque sus hijos deciden vivir de esta forma, “pues sienten impotencia al no poder convencerlos de que contraigan matrimonio”.
Puntualizó que los jóvenes ya no se acercan a los grupos y cursos para parejas de la iglesia pues tienen la creencia de que si asisten tienen la obligación de contraer matrimonio, “lo cual nos indica que la desinformación es cada vez más grande”.
Ya con la decisión tomada sin el consentimiento de sus padres, Mariana y Ramiro se dedicaron a estudiar y trabajar:
“Trabajamos de todo: fuimos meseros, yo fui cajera, él bartender y luego mensajero. En algún momento tuvimos dos trabajos, uno de medio tiempo por la tarde y otro de meseros en un bar, porque los gastos aumentaban, pero siempre salimos de eso”.
Ahora ella es enfermera en un hospital privado y él se prepara para titularse de Ingeniero Minero Metalúrgico.
¿Se casarían?
Ambos sonríen mientras niegan con la cabeza.
Anahí Encina – Penélope Ramírez/Reporteras