Grave cosa es cuando un gobernante toma la decisión de construir una obra sin mayor opinión que la de su conciencia.
Es el momento de prender las alarmas porque es probable que algo esconde.
Por supuesto, cuando el proyecto sólo lo conoce él, hay que prender las alarmas.
Cuando el proyecto no es socializado, hay que prender las alarmas.
Si el proyecto trasciende a la academia y esta ofrece alternativas para mejorarlo, pero son rechazadas por el gobernante, hay que prender las alarmas.
Cuando se construye en un espacio donde se podrían registrar más afectaciones que beneficios, hay que prender las alarmas.
Si no se transparenta el total de la obra, hay que prender las alarmas.
Y eso sucedió con la construcción del relleno de Cicacalco, en Tlaltenango.
El diseño del relleno, fallido desde el principio, fue uno de los secretos mejor guardados en Tlaltenango hasta que fue necesaria la intervención del cabildo.
Al conocerse el proyecto, el Instituto Tecnológico Superior Zacatecas – Sur (ITSZS) presentó una propuesta para el manejo del relleno sanitario.
Entre las propuestas estaba la separación de la basura desde los hogares.
La propuesta fue rechazada ante la posibilidad de perder preferencias electorales.
Y lo peor, el relleno sanitario, que costó 25 millones de pesos y que no tuvo un manejo adecuado de los desechos desde su inauguración, se convirtió en un foco de infección para un afluente.
Los lixiviados del basurero contaminaron el arroyo Tecongo, lo que provocó que el agua se tornara negra y espesa.
Una historia de cómo una obra que se realiza de espalda a la población, puede generar mayores problemas, además de diversas sospechas.
El alcalde de Tlaltenango, Miguel Ángel Varela, busco en un par de ocasiones “arreglar” el asunto.
El 27 de octubre de 2020, ya en la ruta de buscar la diputación federal, «prometió» -en conferencia de prensa- una tercera oportunidad para arreglar el asunto.
Pero no hubo arreglo.
En 2022, La Red Mexicana de Afectados por la Minería acusó a Miguel Varela Pinedo de infractor ambiental en el caso del relleno sanitario de Cicacalco.
“La realidad de la obra fue distinta: un proyecto que nunca fue tal, presuntamente por invertir menos dinero del presupuestado, aunado a la falta de programas de vigilancia y monitoreo e irregularidades en su operación provocaron graves efectos”.
La Red acusó que apenas transcurrió un mes y una semana desde su inauguración cuando se reportaron anomalías.
Entre ellas, la descarga de lixiviados intencionalmente arrojadas a un arroyo.
Por eso, es horrible que un gobernante realice una obra sin el consenso de sus gobernados.
Porque cosas así pueden pasar
