En los últimos días he recorrido la red buscando lo que, podríamos llamar, los mejores insultos dirigidos a los gobernantes.
Y he encontrado una serie de manifestaciones populares interesantes.
Algunas dignas de reconocimiento por su capacidad para insultar sin insultar.
Quizá el mayor símbolo de oposición e insulto a un gobernante se dio el 1 de septiembre de 1996.
Ese día, el diputado Marco Rascón, del Partido de la Revolución Democrática, se instaló frente a la tribuna donde ofrecía su informe de gobierno Ernesto Zedillo Ponce de León.
El perredista se colocó una máscara de cerdo y desplegó varias cartulinas dirigidas hacia el Presidente de México, incluida una donde se leía: Oink, oink, oink.
La máscara de Rascón ha perdido vigencia como símbolo de oposición política para escalar a otros estadios.
Pero la forma en como fue increpado el pasado miércoles el gobernador, nos lleva a un nuevo nivel.
Uno donde se puede pasar muy fácil de la agresión verbal a la física… o a algo más.
Mucho se habló (y se escribió) de lo acontecido en el Palacio de Convenciones.
Algunos encontraron en las palabras de Virginia de la Cruz el dolor de una madre ante la pérdida de su hijo.
Otras y otros vieron como sus ánimos de venganza se veían consumados en lo dicho por quien increpaba al mandatario estatal.
Pero otros más, pocos afortunadamente, vieron en lo sucedido el preámbulo de más manifestaciones.
Algunas de ellas, quizá, mucho más violentas.
O por lo menos así lo escribió en los grupos de Whatsapp un ex candidato a diputado federal.
“Tomen nota, se les seguirán colando y sus fiestas privadas terminarán en bochornosos zafarranchos públicos”.
La temporada de caza está abierta y la invitación a manifestarse de todas las formas posibles ya está hecha.
En la calle siempre habrá personas que consideren una acción radical como parte de una manifestación de sus ideas.
Nadie desea que haya manifestaciones violentas. Por lo menos nadie en su sano juicio; menos los políticos avezados que entienden el juego del poder.
A menos que los radicales de derecha, que quieren que los eventos públicos terminen en zafarranchos vergonzosos, quieran sangre en sus manos.
Todo es posible.
